lunes, 17 de agosto de 2009
Malas noticias
Hoy me he despertado con la noticia del abandono del rescate del alpinista Oscar Pérez en el Latok II (Pakistán).
Copio y pego la noticia de El País :
Todo rescate tiene un techo, fijado primero por la cordura y, en última instancia, por la realidad. El del alpinista oscense Óscar Pérez, de 33 años, alcanzó ayer el suyo, obligando al grupo que pelea por ayudarle a tomar la más dolorosa de las decisiones: abandonar tras 10 días de gestiones y esfuerzos al límite. Su enorme frustración sólo se vio superada por la de la familia del montañero, quien asumió con dolor la terrible decisión. La llegada del mal tiempo, un par de días antes de lo previsto, atajó de forma drástica los debates y los planes de actuación, cerrando definitivamente las puertas de una "utopía", según reconocía Simón Elías, uno de los cinco alpinistas españoles desplazados a Pakistán. El cuadro, al pie del Latok II, era francamente desolador: alpinistas que escalaban sin aclimatar ni tiempo para hacerlo, tipos que se movían a golpe de corazón e ímpetu, pura amistad, humanidad. Junto a éstos, tres norteamericanos sin fuerzas ni convicción, conscientes de lo mucho que podían dejarse en el envite.
Simón Elías, rescatador: "Los cuerpos no nos responden, casi me estalla la cabeza".
No se les puede reprochar nada. Tampoco a los porteadores de altura, hombres que no se defienden con soltura sobre un terreno tan complejo y técnico. "Si Corominas, Larrañaga, Ascaso, Tosas o yo mismo estuviésemos aclimatados, hubiéramos hecho un intento de 30 horas a cara o cruz, pero nuestros cuerpos no responden. Mi cabeza casi estalla la primera noche en el campo base. Dani Ascaso se metió en la pared nada más llegar porque es amigo íntimo de Óscar y bajó tambaleándose, casi sin poder sostenerse sobre sus piernas, todo voluntad. Corominas y Larrañaga se aclimataron algo mejor, pero necesitan tiempo para reponerse", observaba ayer Simón Elías.
Pero el tiempo se ha diluido enfrentando a todos los implicados en el rescate a una realidad tan cruel como desnuda. Álvaro Novellón, sin apenas fuerzas, estaba dispuesto a morir intentando llegar hasta su amigo. Le delataban sus gestos: ayer escaló hasta el collado con las manos seriamente dañadas por las congelaciones: "Hay que ayudarle a atarse las botas, ayudarle con cualquier cosa que requiera el uso de las manos, pero no hemos sido capaces de disuadirle", se lamentaba Simón. Pese a todo, Álvaro logró ayer fijar 800 metros de cuerda en compañía de Jordi Tosas. Fue su despedida.
Los cinco alpinistas españoles desplazados de urgencia a Pakistán apenas han dormido estos cuatro últimos días: es como si alguien los hubiese colocado en la luna sin tiempo de prepararse para la ingravidez. Al sufrimiento físico se ha añadido la tensión, la urgencia en la toma de decisiones, la imagen de Óscar aguardando (o no) una ayuda cada vez más improbable. Por si fuera poco, ahora todos saben que el accidente de Óscar fue mucho más severo de lo que se intuía en un principio. Tras completar un rápel, Óscar se ató un extremo de la cuerda e inició un flanqueo aparentemente sencillo. Enseguida resbaló y en su caída arrancó literalmente de la arista a Álvaro, atado al otro extremo de la cuerda, quien se disponía a pasar la cuerda por un seguro. Hubiera necesitado un segundo más, pero la fatalidad fue más rápida. Ni siquiera hubo negligencia en su actuación, sólo la voz del destino.
En la caída, Óscar se llevó la peor parte, pero ambos quedaron suspendidos de la cuerda, milagrosamente trabada en una arista de nieve. Así pasaron un día entero, con su noche, en la más angustiosa de las situaciones: cada vez que Álvaro trataba de moverse, el peso de Óscar amenazaba con arrastrarle. Finalmente, pudo colocar un tornillo de hielo, fijar la cuerda, desatarse y descolgar a su amigo hasta una plataforma. Poco a poco, Óscar se recuperó del terrible golpe, aunque presentaba fracturas en una pierna y un brazo y congelaciones en ambas manos.
Esa noche, Álvaro se quedó junto al herido y al amanecer, con apenas 30 metros de cuerda y un cordino, salió en busca de ayuda. Óscar se despidió sereno, tratando de liarse un cigarrillo: sabía lo que le esperaba. Su compañero llegó al campo base con solo dos fisureros y dos tornillos por todo material: el resto lo empleó para salvar su vida en un descenso al límite. Cabe preguntarse cuánto ha podido resistir Óscar; cuánto con las manos congeladas, con dificultades enormes para manejar el hornillo y fundir nieve con la que hidratarse. Álvaro desea creer que su amigo murió esperando, serenamente. Son preguntas que permanecerán sin responder. Queda una lección de humanidad, la que ayer hizo que Lorenzo Ortas suspirase un "a veces da gusto ser persona".
El mismo periódico entrevista a Iñaki Ochoa , otro alpinista que perdió a su hermano en la montaña.De entre las preguntas y respuestas elegí la que más me gustó :
¿Es un sinsentido el alpinismo, una locura?
R. No, no, no. Iñaki tenía razón. Los locos somos los que no vivimos, los que no nos atrevemos a llevar una vida conforme a nuestras creencias. Fíjate, hay gente que proclama a la ligera que hay que vivir la vida pero es incapaz de sentarse a analizar su propia vida. Iñaki era capaz de llevar esa vida, con su carga, con todas las renuncias que implicaba, porque cuando eliges algo prescindes de muchas otras cosas. Lo fácil en ésta sociedad es ir por el carril, pero igual el paisaje es más bonito si te sales de la autopista, aunque llegues más tarde. Ya sabemos lo que nos espera a todos al final del camino, es algo que nos iguala, así que disfrutemos del camino. Atreverse a vivir una vida concreta, con sus riesgos, no sólo es valiente, sino sabio. Por eso creo que los alpinistas no son inconscientes, sino gente que sabe los riesgos que corre y está preparada. Los accidentes también ocurren en la carretera, el trabajo o en casa. La siniestralidad se puede medir, pero no hay una manera de medir la intensidad con la que vivimos. Iñaki vivió en 40 años lo que muchos no viviremos jamás. ¿Nos atrevemos a juzgarles, a llamarles locos?
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tengo aun un nudo en el estómago después de ver la noticia en el telediario.......pienso en él, en su familia, en su chica, en sus amigos....que duro es aveces la vida!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarMuy duro. Estoy con Iñaki, los cuerdos son los que se atreven a vivir su propia vida y asumen los riesgos de sus decisiones.
ResponderEliminarDesde luego que es un palo recibir estas noticias.Pero yo soy de los que pienso que unoo tiene una sola vida para vivir y se ha des consequente con ella y él lo fue , vivo como quería.
ResponderEliminarJaume